miércoles, 20 de enero de 2016

Enero 20


Quizás no habrá necesidad de terminar esto. El tiempo lo dirá, Luna mía, pero siento un poquito de esperanza. Peligrosísima palabra, de la que generalmente guardo una considerable distancia. Cuidado con el lenguaje, Luna. Cuidado con dejarte ser tan vulnerable.

viernes, 15 de enero de 2016

Enero 15


Hoy me doy cuenta, después de la última reflexión y lentamente, de que tendré que ponerle un alto a N. Es inevitable, Lunita mía. Merezco más. Con N no sólo siento, sino sé que estoy recibiendo en todo momento un regalo. Cada cosa que comparte conmigo, cada momento, es algo que no me pertenece, y no puedo responder de otro modo que con agradecimiento. Y es injusto. Es injusto con mi corazón, encontrarse tan lejos, tan atrás, tan desaventajada. Merezco un igual, y N me queda grande. No sabía --no podía saber-- hasta este momento que también compartirme con alguien que es tanto más que yo es una afronta, una falta de tacto conmigo misma. No hay razón para ponerme en una posición tan al descubierto, que me deja tan desnuda, desarmada, respondiendo como por instinto, como autómata, con tan poco control de mí. Y no puedo, vida mía, no puedo responder a la existencia de N en ningún otro modo. No puedo medidas templadas. No puedo mentirme a mí, mentirle a la realidad así. Entiendo, por primera vez, la necesidad de Dominique de mantener distancia. Era su único modo de sobrevivir. No pueden convivir esos dos mundos, el otro y el de Roark. No sé qué tuvo que hacer para lograrlo. Quizás alcanzar la última de las decepciones, darse cuenta del estado real, crudo, de las cosas, perder toda fe en la capacidad del humano de ser fiel a sí mismo, enfrentar la certidumbre de nuestra falibilidad, y aceptar finalmente su misantropía. Y yo no he llegado a ese punto. Yo todavía quiero creer. Así que lo tendré que dejar ir, a N, excepción única y absoluta, a él y a sus maderas cálidas, a él y a sus cárdenos silencios de madrugada.

domingo, 10 de enero de 2016

Enero 10


La conversación me hizo tambalear más de lo que me gustaría ver. Han sido días de duelo por reconocer que no merezco ese espacio, ese sueño, que no tendré en ningún momento ese lugar, no ocuparé una posición desde la cual pueda compartir con él la posibilidad de considerar una cosa del género. Un proyecto en común. Un mañana. Me entristece por mí y por mis antiguas parejas, por la vulnerable e irremediable situación en que las puse, de saberse fuera de lugar al grado de no poder siquiera sugerirlo. Un Nosotros. N no es mío, me repito. N no será mío. N está en mi vida de manera transitiva, prestado por momentos efímeros, en espacios delimitados por estructuras y procesos suyos paralelos a los que yo mantuve en pie durante tantos años. Agradécelo, Luna, aprende, crece, evoluciona, disfruta. Y deja ir. No he tenido otro recurso que aprender a asumir la inminente despedida desde el inicio mismo, hacer los preparativos mentales y emocionales necesarios y dejar que el resto siga su curso orgánico, natural, siendo actor pero también testigo de una historia que se desdobla ante mí sin pedirme dirección ni permiso. Nunca he tenido menor incidencia, menor poder de decisión, menor margen de acción, menor control. Agradece, Luna, haz acopio de paciencia, aprende a nadar. Un día, yo lo prometo, también el Océano Mar termina.